40. ESCÓGEME A MÍ
GREYSON
—Está… bien… —su respuesta fue baja pero firme.
Me levanté de la butaca, guiándola escaleras arriba, a los palcos reservados donde sonidos ambiguos se podían escuchar a través del ambiente oscuro y las cortinas veladas.
A esta zona no podía acceder cualquiera, sino quien pagara muy bien por privacidad.
—Adelante, Srta. Martina —le señalé el sofá en negro de la habitación con luces sutiles en rojo.
La vi dudar antes de pasar el umbral de las pesadas cortinas, no la apresuré, solo esperé por ella… pero en el fondo moría porque siguiéramos con este juego.
“Di que sí, nena, vamos, no te arrepientas, Ava… escógeme a mí, soy tu mate… tú eres mía…” mi lobo la llamaba en silencio.
Casi di un suspiro al verla pasar adelante, sumergiéndose en el ambiente íntimo.
Entré detrás de ella, con las pupilas contrayéndose como un depredador, cerrando un poco la cortina a mi espalda.
Mis ojos bajaron a esas nalgas deliciosas y yo moría por manosearla y desvestirla… sshhh… sentía mi polla