02. SERÉ TU FALSA PROMETIDA

AVA

Pasaron dos días.

Dos días donde me tenían casi como una prisionera, vigilada, sin medios de comunicación, y ella se paseaba por la casa como si fuera la dueña de todo.

Vestía mi ropa, usaba mis maquillajes, me imitaba como siempre había deseado hacer.

Sin embargo, hoy había una reunión importante donde una farsante como Emma no podía reemplazar a la verdadera Luna.

—Ya sabes, Ava, sonrisa en el rostro y somos la pareja ideal —el estómago se me revolvió ante las palabras de Feodor y su toque.

“Maldito cínico.” Saphir rugía de indignación en mi interior. Él no quería liberarla del vínculo.

Aunque deseaba escupirle la cara, no tuve otra opción que seguir fingiendo delante de sus socios de negocios y otros lobos que asistieron.

La vida de mi madre estaba en juego. Pero la Diosa Luna al fin se apiadó de mi situación.

Saludando entre los invitados, me asombré de encontrarme a un viejo amigo que hacía tiempo no veía.

—¡Ava! — se acercaba el macho de casi 1.80 de estatura, cabello castaño y ojos verdes.

Los ojos se me enrojecieron, pero el pellizco en mi brazo me recordó que Feodor estaba al pendiente de todos mis movimientos.

—¡Owen! —lo abracé cuando me envolvió en su abrazo de oso—. ¿Qué haces aquí?

—¿No puedo hacer negocio y visitar a una amiga? —me dijo, y me quedé mirándolo, apretando las manos con nerviosismo, disimulando mi sonrisa falsa.

—Sr. Hunter, bienvenido a mi manada. Ava me ha hablado mucho de usted —Feodor le estrechó la mano, aprovechando mi amistad para acercarse a Owen.

Él era el heredero de una de las manadas más poderosas y antiguas, Crimson Raven, y todos, absolutamente todos, deseaban tener relaciones con ellos.

La reunión continuó y Feodor no soltaba a Owen; sin embargo, hubo un momento en que se giró para hablar con otro Alfa.

¡Este era mi momento!

—Owen, ¿todavía sabes dónde venden ese lápiz rojo que tanto me gustaba? —le pregunté de repente, y vi la sorpresa brillar en sus irises.

—¿El mismo lápiz rojo de siempre… el rojo? —el corazón se me quería salir. ¡Él estaba recordando nuestra señal de peligro!

—Sí, sí… el rojo brillante… —miré con disimulo a Feodor, pero me llené de pánico al verlo girarse hacia mí.

—¿De qué hablan? —preguntó con esa sonrisa que ocultaba amenazas.

—Tonterías de juventud, explíqueme mejor ese proyecto que necesita socios.

Respiré aliviada cuando Owen desvió la conversación a lo que Feodor quería.

Esa noche, todos bebieron y Owen brindaba una copa tras otra con el Alfa.

Aceptó quedarse porque se veía muy tomado, al igual que Feodor.

Me retiré en silencio a mi habitación cuando se acabó la fiesta.

Subiendo la escalera, encontré a mi expareja con Emma, entrándolo en su cuarto, borracho perdido y casi desnudándola en el pasillo.

Ella me miró con autosuficiencia, cerrándome la puerta en la cara, y enseguida gemidos se escucharon del interior.

No me importaba, ni a mi loba. Ahora solo deseábamos escapar de esta pesadilla.

Entré a mi alcoba en penumbras y una sombra se atravesó en mi camino.

Owen estaba esperándome.

Me abrazó. Y por primera vez… me quebré.

—Ava, ¿qué sucede aquí? ¿El Alfa te maltrata?

—Me engaña con Emma —solté entre lágrimas, aferrada a su pecho, contándole las cosas que estaba viviendo.

—Ni siquiera puedo ver a mi madre cuando quiero. Dicen que si hablo, la matan —mi voz se perdía en los sollozos.

Owen me sostuvo con fuerza, con rabia contenida.

—Nos vamos ahora mismo. Te voy a ayudar, Ava. Juro por mi vida… que te saco de aquí esta noche.

—No puedo irme sin mi madre —dije levantando la cabeza—. Ella no responde, pero está viva. Es lo único que me queda.

Él asintió.

—Dime dónde. Lo haré.

*****

El plan fue rápido. Sin pensarlo mucho, aprovechando las resacas de la fiesta.

Owen trepó por fuera de la ventana del cuarto de mamá y yo caminé por la casa en silencio, casi corriendo hasta su puerta.

Cuando irrumpí, la traidora de la cuidadora se levantó de su camita.

—¿Qué quiere a estas horas, Luna? —me miró con molestia—. Sabe que el Alfa le tiene prohibidas las visitas sin su autorización. Márchese.

—Aquí la única que se va a marchar para siempre eres tú, infeliz —le dije entre dientes, cerrando la puerta con calma.

Antes de que abriera la boca, la sombra de Owen se cernía en su espalda.

Su cuello fue girado en un ángulo antinatural con un crac crepitante.

—Rápido, la bajaré por la ventana y luego te arrojas tú —me dijo con prisa.

Yo me acerqué a la mujer sobre la cama, demacrada y delgada, respirando débilmente.

Acaricié su mejilla con un nudo en la garganta.

—Vamos a salir de aquí, mamita —susurré, ayudando a Owen a cargarla, sujeta a su espalda con las sábanas.

—Ve, la rotación de guardia está al cambiarse —le dije, calculando el horario.

Lo vi desaparecer por el borde, pensando en que no había tomado dinero, ni ropa, ni nada. 

Todo había sido muy rápido, pero no me arrepentía.

Caminé hacia la ventana con decisión, después pensaría en cómo sobrevivir.

Pero sentándome en el marco, la puerta se abrió de repente.

Me giré, asustada, para ver aparecer a Emma con el rostro sumido en las sombras.

—Sabía que estabas tramando escaparte con ese hombre —me dijo entre dientes, bloqueando la salida.

Empuñaba un cuchillo en su mano.

—No sé qué pretendes hacer con eso, pero ya ganaste, Emma. Ya tienes lo que querías. Me voy —no podía perder el tiempo, por mucho odio que le tuviese.

—¿Tú crees que fue casualidad? —me preguntó de repente, y no comprendí.

—Yo empeoré tus síntomas, Ava. Cada hierba, cada remedio… fui yo quien los cambió. Poco a poco, día tras día.

Me quedé helada.

—¿Qué…?

— Porque tú no merecías ser la Luna. ¡Yo sí! ¡Sabías que me gustaba Feodor y aun así lo sedujiste!

Hablaba puras estupideces falsas. Nunca supe que le gustaba ese hombre.

Mi cerebro estaba en bucle, estancado en la parte donde dijo que me envenenaba.

Todo este tiempo era ella quien arruinaba mi vida.

Mis garras crecían, me bajé de la ventana caminando hacia Emma con la rabia bullendo.

—¿Cómo pudiste verme destrozada, llorando, consumiéndome y fingir empatía y amor? —le pregunté con voz helada.

Ella seguía hablando sin percibir el peligro que la amenazaba. Mi mente no estaba muy bien, algo primitivo se apoderaba de mí y rugía por salir.

—… tu madre también era una hipócrita puritana… ¡aahhh!

Rugió cuando me le abalancé al cuello, tomándola por sorpresa. A última hora me bloqueó, pero le destrocé la cara con las garras.

Chilló en agonía y forcejeamos. No sé de dónde sacaba las fuerzas, pero la agarré del pelo con rudeza y la arrojé contra la mesita de noche.

Su cabeza impactó con un golpe sordo y cayó al suelo aturdida.

Salté, sentándome sobre su estómago, abofeteándola con ira y saña, sin detenerme.

Mi piel ardía como si las venas se fueran a incendiar al rojo vivo.

Emma no reaccionaba, solo lloraba. Siempre fue una cobarde, pero no bastaría con una golpiza.

El reflejo del cuchillo brilló en mis ojos y me incliné para tomarlo de la alfombra, apretándolo en mi puño.

Lo puse en su garganta y ella comenzó a suplicarme que no lo hiciera, que estaba arrepentida.

—¡Av, no, no, solo estaba confundida! ¡Él me obligó, me amenazó también con nuestra madre!

Me reí fríamente y bajé el cuchillo, sintiendo la carne ceder, pero antes de cortarla profundamente, unos brazos me sostuvieron por detrás, obligándome a levantarme.

—Vamos, vamos, los guardias ya vienen. ¡Ava, reacciona! —Owen me arrastró casi a la fuerza. 

Mis ojos asesinos no dejaban de ver los de Emma, aún desorbitados.

Se había orinado encima y la línea roja en su garganta sangraba, pero no logré acabar con su vida.

Comenzó a gritar y nosotros escapamos por la ventana, corriendo al bosque.

Me sentí tan agotada, el sudor me corría, pero apreté los dientes hasta ver solo oscuridad y continuar por instinto.

Owen me tuvo que cargar, llevándome a su auto estacionado en el camino.

No sé bien qué sucedió después.

El olor de mi madre estaba a mi lado y la abracé con fuerzas a punto de desmayarme, mientras escuchaba el rugir del motor acelerando.

Owen logró sacarnos de Colmillos de Acero, arriesgando su propia vida, y nada sería suficiente para agradecerle.

La manada de mis padres… me había sido robada.

*****

Unos días pasaron desde nuestro escape temerario.

Temí que Feodor me persiguiera, pero Owen nos trajo a la protección de las tierras de Crimson Raven, y ese cobarde no se atrevía a entrar aquí.

Owen se estaba portando como más que un amigo, al menos me quedaban personas buenas en mi vida.

Me ayudó a internar a mi madre en un centro hospitalario que controlaba su familia, y yo también me recuperaba aquí.

Quizás, sin los venenos de Emma y con nuevos estudios, lograban dar con lo que causaba esta enfermedad.

Aspiré el aire fresco, mirando al bosque bajo la montaña, más allá del jardín.

Me sentía aún triste, pero también liberada.

Mi loba más animada, sin la presión tóxica del Alfa.

Lo único que lamento es que no pude zafarme del lazo con Feodor, pero sé que existen otros métodos que luego buscaré.

—¿A quién estás destripando ahora en la mente? —un susurro burlón en mi oído me hizo sobresaltarme.

Me giré con una risa sarcástica.

—No sé, Pavo Real, no cuquees a una loca, que te puedo rebanar tus cositas —respondí en modo psicópata, y Owen comenzó a reírse a carcajadas.

—¡Ya había olvidado que me llamabas Pavo Real! —se reía con más ganas, y yo con él, como hacía mucho tiempo no hacía.

¿Cuándo dejé de ser la mujer alegre y atrevida? Siempre girando alrededor de ese imbécil de Feodor.

—Así me gusta verte. Ven, demos un paseo —me pasó la mano por el cuello y caminamos por el sendero.

Cualquiera que nos viera pensaría otra cosa, pero yo sé que Owen nunca sentiría ningún sentimiento amoroso por mí, porque él tiene un gran secreto que pocos saben.

A él le gustan los machos.

Conversamos mucho, del pasado sobre todo, pero cuando le pregunté de sus planes para el futuro, noté enseguida su tensión.

—Owen, ¿qué pasa? —lo hice detenerse.

—Nada, Av, tranquila. Tú tienes bastantes problemas ya. Más bien hablemos de cómo insertarte en la manada…

—No, no. Quiero hablar de ti. No puede ser que tenga confianza contigo y no me digas tus problemas —me miró con ojos complicados.

Lo presioné hasta que soltó prenda.

Su familia tradicional lo estaba obligando a buscarse una pareja.

Él era el heredero a Alfa y, aunque su padre tenía aún el control, ya desde ahora presionaban a Owen.

—Pero debiste decirle, Owen…

—No es tan simple, Ava. Mi manada… es complicada —respondió suspirando—. Lo peor es que tengo a alguien que me gusta. Él es mi mate, pero también tiene una posición difícil… no sabemos qué hacer por ahora…

—Seré tu prometida —solté de golpe, sin pensar mucho en la locura que me estaría metiendo.

—¡¿Qué?!

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