DALTON
Seguía sin poder moverme. Era como si mis neuronas hubieran decidido entrar en huelga, negándose a procesar la escena que acabábamos de presenciar. Frente al hotel de super lujo, aún con el rugido de la moto enfriándose bajo nosotros, sentí que la realidad era una mala broma del universo.
O sea, yo había perseguido a mi mamá hasta acá pensando que me quería separar de Lía de alguna manera, porque esta chica increíble para mi mamá no tenía clase y ahora resulta que. . . Madre mía, mi mamá se estaba tirando al que se suponía que sería mi suegro. . . Me estaba dando algo.
Lía, con su casco aún puesto y el cabello desbordando por los costados, fue la primera en romper el hechizo de incredulidad. Me rodeó la cintura con los brazos y se pegó a mi espalda, hablándome bajito al oído, como si intentara convencer a un niño de dejar la feria cuando todavía quedan boletos para la montaña rusa.
— Dalton, suéltala. Déjala tener su noche. Si Amanda Keeland quiere vivir su mejor vida con Diego