—¿Quieres desayunar conmigo?
Daniel elevó las cejas hacia la bandeja y Serena se quedó tiesa al verlo, descendiendo rápidamente sus enrojecidos ojos y aferrando sus manos a su bolso para después apresurarse a caminar hacia la cocina a pasos rápidos y con la cabeza inclinada.
—Serena, ¿a dónde vas? ¿No quieres desayunar conmigo? ¿Vas a clases?
Soltó la bandeja de pronto sobre la mesa y se apresuró a seguirla, mientras ella cruzaba rápidamente la cocina con los ojos fijos en el suelo y las manos prendidas en el tirante de su mochila,
—Tienes que escucharme un momento, ayer no terminamos de hablar. Tengo muchas cosas que decirte y explicarte, no te puedes ir sin antes oírme. Ni siquiera he podido dormir con lo que me dijiste. Estoy seguro que soy una mierda que no te merece, pero me siento menos mierda cuando estás conmigo
Continuó caminando detrás de sus pasos, siguiéndolo a través de la sala.
—Entiendo que he sido un idiota que no te ha sabido valorar, pero no puedes decir que has deja