Jane
Suave. Tan suave y caliente.
Cuando me tumbé en la cama, todo mi cuerpo se relajó; había pasado el día entero haciendo una limpieza a fondo en la habitación de Tristan —qué cochino era.
Me di vuelta de un lado a otro, oliendo el suavizante en las sábanas y escuchando la calma de la casa, eso si obviabas los sonidos de un partido de fútbol que venían desde la planta baja. Pero estaba tan cansada que podía ignorarlo.
Cerré los ojos, lista para dormirme, cuando la puerta se abrió de golpe y me hizo caer de la cama.
—¡Por la diosa…! —exclamé, incorporándome y viendo a Beth plantada en la puerta con el abrigo cerrado y una expresión nada amigable.
—Tristan te quiere en su cuarto.
—Vaya, qué rapidez —respondí, y eso pareció enfurecerla aún más.
Beth golpeó el suelo con el pie y cruzó los brazos.
—¡No hizo nada! Por tu culpa… —dijo, desviando la mirada.
Me moví, notando que ella parecía un manojo de nervios; ¿lo habría maltratado? Oh, sin duda.
Tristan y su corazón oscuro y espinoso, si