Jane
— Es hora de salir de la habitación, Jane. Todas aquí tenemos tareas, no puedes quedarte acostada todo el tiempo. —dijo Lena, abriendo las ventanas del cuarto y dejando entrar la luz.
Llevaba una semana en aquella manada, y con ello mis esperanzas de que Marius viniera a rescatarme empezaban a desvanecerse.
¿De verdad me había dejado atrás?
Lena cruzó la habitación hasta el armario, sacó algo de ropa y la arrojó sobre la cama para mí.
— Aunque lleves el collar de Tristan, debes levantarte y cumplir con tu papel en esta mansión. Todas las hembras contribuyen aquí, y como eres de uso exclusivo de Tristan...
— No hables así. —la interrumpí, con un nudo en la garganta.
Lena me miró confundida.
— No digas que soy de uso exclusivo de él. En realidad, no digas eso de nadie cerca de mí. Eso está mal, es repugnante...
Lena respiró hondo con paciencia y se acercó a mí.
Se sentó en la cama y tomó mis manos, luego me miró con sus ojos bondadosos, su toque era suave.
— Sé que es difícil para