El cielo de la ciudad amanecía cubierto por una ligera capa de neblina que anunciaba un día impredecible. Pamela se detuvo unos segundos frente a la fachada del local que había elegido para Étoile. La futura escuela de ballet lucía más viva en su imaginación que en la realidad, pero eso no le restaba pasión. Con una carpeta de documentos bajo el brazo y el cabello atado en un moño bajo, abrió la puerta para reunirse con un arquitecto que le había recomendado Theresa. Mientras discutían ideas para los salones, los ventanales amplios y la instalación de espejos, Pamela no podía evitar pensar que, por fin, algo le pertenecía por completo. Algo que no dependía ni de secretos, ni de sombras, ni de alianzas peligrosas.

Tras su reunión, regresó al penthouse de Cristhian. No había vuelto a instalarse definitivamente con él, pero desde su reencuentro, solía quedarse varias noches. Habían aprendido a convivir entre el silencio y la pasión, entre bromas cálidas y el peso latente de todo lo que l