El viento del parque soplaba con un susurro melancólico, como si quisiera advertirle a Pamela que la verdad que buscaba no era tan fácil de digerir. Frente a ella, Cristhian la miraba con una mezcla de dolor y resignación. Había llegado el momento de romper el silencio.
—La verdad, Luz… es mucho más oscura de lo que imaginas —dijo él, su voz casi un eco apagado.
—Empieza por el principio —dijo ella, cruzándose de brazos, decidida a no flaquear.
Cristhian inspiró hondo.
—Ciro no solo era un empresario despiadado. Era un hombre que había construido su poder sobre amenazas, manipulación y, en algunos casos, desapariciones. Lina no era solo una bailarina; ella descubrió algo que no debía haber visto: una red de lavado de dinero que pasaba por varios de nuestros hoteles.
Pamela sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Lina está muerta?
—No lo sé —contestó Cristhian sinceramente, mirándola a los ojos—. Pero sí sé que desapareció justo antes de entregar una denuncia. Ciro la mandó a sil