Despertó en medio de una apretada oscuridad. Eso agitó los miedos de Tania y la hizo recordar los días en que las monjas la encerraban en cuartos herméticos luego de haber hecho una trastada, dominada por sus arranques de ira.
El corazón comenzó a bombearle, nervioso, así que intentó ponerse de pie, pero las cadenas que tenía alrededor de sus muñecas se lo impidieron.
—¡Nooo! —gritó e intentó romper los eslabones, siendo imposible.
No solo descubrió que estaba encadenada de manos y pies, sino que tenía la misma fuerza que había poseído cuando tan solo era una mujer común.
El terror la invadió. Sus gritos de auxilio eran atronadores. Llamaba a Lucas, a Ronald y a Severiano con insistencia, hasta que se dio cuenta que nadie iría por ella, estaba sola. Así que se resignó y comenzó a llorar.
No sabía qué había sucedido, solo recordó la invasión, el sonido de los disparos, los rostros excitados y ansiosos de los hombres lobo y los soldados que la apuntaron en la cara con sus escopetas de d