Secretos Perversos
Secretos Perversos
Por: Baeediting
1. Vincens

Vincens, Vincens es el hombre que cualquier mujer desearía, apuesto, jodidamente, lo apuesto; millonario, inteligente y con ese aire de hombre malo que nos gusta a muchas.

Porque sí, aunque lo neguemos la mayoría del tiempo, a muchas mujeres nos gusta ese chico malo que sabemos que nos hará sufrir en algún punto de su estadía en nuestras vidas.

Y yo no soy la excepción.

Conocí a Vincens cuando yo tenía diecinueve años de edad, él estaba en sus veintidós y claramente era tan apuesto como lo es actualmente.

Aunque la verdad es que ahora lo es más, él lo sabe y sabe aprovecharlo.

Nuestras familias se conocían, como cualquier grupo de familia adinerada que busca crecer o ser más y más reconocida en la sociedad. Yo soy Italiana, nacida y crecida en Italia, él por su parte es Alemán, nacido en Alemania y criado en la misma, hasta que sus padres decidieron volar a Italia cuando él tenía solo diecisiete años.

Su jodido acento alemán constantemente me volvía loca, pero ahora solo lo quiero lejos.

No es de esperarse que haya caído en sus encantos, salí con él, me besé con él, me acosté con él, y luego él se fue. Simplemente desapareció.

Por palabras de su familia escuché que estaba concentrando en unos negocios familiares, por lo que estaba en constante cambio de países y ese tipo de cosas.

Pero para mí eso nunca fue una excusa válida para luego de follar conmigo desaparecer y no dejar ni siquiera un mensaje de texto como despedida.

Me dolió porque como una perra básica me enganché con él sin ser nada estable, pero no tanto como para dejar mi vida a un lado y llorarle eternamente, al mes conocí a un chico y otro tras otro.

Me convertí en una mujer estable, dedicada a su trabajo, familiares y amigos, una mujer que verdaderamente estaba disfrutando de su vida.

Hasta que él decidió reaparecer.

Había llegado como el mismo ángel caído, hermoso y caliente como el infierno, arrasando con todo a su paso, obtuvo mi mirada nuevamente, ya no era la chica de diecinueve inexperta, ahora sabía muchas más cosas y había aprendido de mis errores.

O eso pensaba.

—Danna, cariño, te presento a Vincens, mi novio— las palabras de mi amiga me habían dejado con una sonrisa tensa.

Tendí mi mano hacia él haciendo como si nunca nos hubiésemos visto en nuestras vidas, como si él no hubiese sido mi primer hombre, su ceja se arqueó al notar mis intenciones.

—Hola, Danna, un gusto— saludé siendo cordial, la maldad podía percibirse en su mirada.

Su mano sujetó la mía y luego depositó un beso sobre ella.

—El gusto es mío, Danna.

Su acento alemán no había desaparecido, mis vellos se erizaron al escucharlo hablar. Que malditamente atractivo es— pensé en esos momentos.

Semanas pasaron, luego unos meses y tanto Rose como Vincens, seguían juntos y muy cerca de mí.

Una fiesta para una recaudación de fondos, varias copas de alcohol y yo borracha bastaron para que algo que nunca debió suceder ocurriera.

—Estás muy tomada Danna, creo que ya deberías irte a casa cariño— negué ante las palabras de mi amiga Rose.

—No-No, nada de eso, todavía puedo aguantar más, a demás, quiero buscar un buen partido para llevármelo a la cama hoy— mencioné cerca de ella con una risa traviesa.

Ella negó divertida, tomó mi brazo y luego mi bolso.

—Vincens te llevará a casa Danna, no puedes manejar y yo aún no puedo irme— dijo.

—¿Vincens?— negué— Yo me quedo contigo un rato más, luego nos vamos juntas al departamento de cualquiera de nosotras, no importa.

Claro que no me quería ir con ese tipo.

—No está a discusión, no te voy a mandar en un taxi y no vamos a despertar al chofer cuando tenemos a Vincens que puede hacerlo.

Intenté objetar, pero ella ya me estaba arrastrando fuera del lugar con algunas personas mirándonos. De verdad que si seguía aquí iba a dar de que hablar al día siguiente.

—Entra al auto— Rose abrió la puerta del auto de Vincens, me negaba a entrar y de reojo podía ver su sonrisa malvada, él era un demonio y yo lo sabía— Entra Danna.

Con sus manos me empujó dentro y me hizo sentar para luego abrochar el cinturón de seguridad.

—Llévala sana y salva, amor— mencionó ella a su novio rodeando el auto para poder besarlo, giré la cara viendo a las personas que pasaban con tal de no ver ese espectáculo que hacían a diario y me disgustaba.

—Lo que órdenes princesa— Vincens sabía como poner roja a mi amiga, y esas palabras cursis era lo que a ella le gustaba.

Cuando Rose se marchó y él puso el auto en marcha, en mínimo su semblante cambió a estar serio. Manejaba sin despegar la vista de la carretera y yo me estaba durmiendo en el asiento.

Me levanté al recordar que no había mencionado mi dirección, pero sorpresivamente íbamos de camino a mi departamento, suponía que Rose se lo había dado.

Cuando llegamos busqué bajarme lo más rápido posible, pero él me estaba siguiendo.

—¿Necesitas algo?— cuestioné sin mirarlo mientras entraba al ascensor.

—Te llevaré hasta la puerta, no confío en ti.

Ni yo en ti.

—¿Qué podría hacer yo que no haya hecho antes en mi casa?— sus ojos se oscurecieron ante mis palabras, lo que dejé pasar.

Había marcado el número de mi piso mientras él se había parado a mi lado, observándome fijamente lo que me mantenía incómoda.

Las puertas se abrieron y busqué mi tarjeta para abrir la puerta, cuando la pasé pensaba que ya se iba a ir pero habló:

—¿Puedo pasar?— preguntó a lo que negué.

—No, no puedes, vete— pero no me había hecho caso y había entrado sin permiso, mientras observaba el lugar y luego a mí.

La puerta se cerró detrás de mí y él seguía con su intensa mirada.

—Vete Vincens— me giré para abrir la puerta nuevamente, pero su mano enroscada en mi antebrazo me detuvo.

—¿Qué ganas fingiendo que no me conoces de nada?— pregunta y me planteo si ha quedado loco o solo es cosa de mi borrachera.

—¿Qué?

—No te hagas la estúpida— su agarre se hizo más fuerte— Sabes claramente de lo que hablo, estoy seguro de que no has olvidado nada de lo que pasó entre nosotros años atrás.

—Suéltame, Vincens, no sé qué carajos planeas, pero no, no tienes cara para hacer este drama, vete acompaña a tu novia y a mí déjame lidiar con mis cosas, necesito hacer algo y me estás robando el tiempo.

Mis palabras parecieron haberlo enojado, pues sus manos sostuvieron mis hombros llevándome contra la puerta haciendo un sonido sordo, asustándome.

—Sé lo que buscas hacer ¿A quién vas a llamar? ¿A uno de los imbéciles a los que les abres las piernas?— sus palabras me sorprendieron ¿Qué estaba pensando este hombre?

—¡Qué te importa eso! Te repito ¡Vete con tu novia, lo que yo haga o deje de hacer no es tu maldito problema!

Una de sus manos sorpresivamente subió a mi rostro sujetándome para poder besarme, con mis manos busqué alejarlo empujando su pecho, pero eso solo hacía que afianzara su agarre sobre mi cara y que su otra mano subiera a mi cabello el cual sostuvo tirando de él.

Cuando el aire nos hizo falta, se separó e inconscientemente mi mano fue a caer a su rostro.

—¿Qué te pasa imbécil? ¡Jamás intentes hacer eso en tu vida, no te quiero cerca y tu novia es mi amiga!

Moviendo mis manos logro soltarme de su agarre, lo que no dura mucho porque a los pocos segundos está sostenido mi cintura con fuerza llevándome contra en sofá.

—¡Que me dejes!

—¡No haré nada de lo que dices Danna, cállate y escúchame!— ordenó cruzando mis manos y subiéndose sobre mis piernas inmovilizándome— Desde el maldito momento en que te vi nuevamente cuando Rose nos presentó no he dejado de pensar en ti.

Pongo mis ojos en blanco al escuchar sus palabras, sus agarres se hacen más fuerte, lo que me hace recordar como en el pasado odiaba ese gesto.

No sé por qué lo recuerdo.

—No me interesa apártate, vete y déjame.

—Nunca lo haré, fuiste mía y siempre lo has sido— musita con aparente calma, me descoloca.

—Loco, ¡Tú estás jodidamente loco!— exclamo retorciéndome como gusano.

Entre los forcejeos mi vestido se ha estado bajando, por lo que la mitad de mis pechos pasan a estar a la vista de Vincens, lo que me pone nerviosa y con más ganas de apartarlo que nunca.

—Suéltame, por favor— pido con más calma.

Niega y la desesperación regresa, otra vez sus labios buscan mi boca, corro mi cara hacia un lado, por lo que sus labios llegan a mi mejilla. Siento su sonrisa y como estos pasan a mi cuello.

—Serás imbécil, deja de jugar, no estoy para esto.

—Claramente, esto no es un juego, bonita— sin verlo venir una de sus manos deja mis muñecas para sostener mi seno izquierdo, jadeo cuando siento como sus dedos pellizcan mi pezón— Tus tetas fueron para mi deleite antes de que cualquiera otro pudiera verlas siquiera.

Sus palabras me habían dejado muda, la borrachera que cargaba no ayudaba.

Era cierto que Vincens había sido el primero, quizás por eso me había afectado tanto que me dejara luego de varios acostones.

—El escuchar como Rose hablaba sobre ti y tus conquistas me ponían furioso, me enoja escucharla decir que eres la amiga de su grupo que nunca sentará cabeza porque te gustan todos y claro, te follas a todos.

Escuchar lo que decía me tenía anonadada ¿Por qué Rose hablaba así de mí con él? Me sacó del trance cuando sus manos rompieron mi vestido dejándome los pechos verdaderamente expuestos.

—¡¿Qué haces?!— grité exaltada.

—Silencio, te haré mía y te voy a follar tan duro que vas a desear que yo sea el único hombre en tu m*****a vida.

Sus palabras me habían excitado, lo rudo siempre me había gustado y él lo sabía perfectamente.

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