Desde el primer momento que vio a Ana, Bianca no pudo evitar sentir una conexión especial con ella.
Si no fuera porque Lily se había aparecido primero, probablemente habrían pensado que Ana era su hija perdida hace tantos años.
Aunque en su corazón aún guardaba una pizca de esperanza, los resultados de la prueba de ADN destrozaron esa pequeña ilusión.
Ana y los Vargas no tenían ningún parentesco sanguíneo.
—Hola, Bianca.
Ana la miró a los ojos y la saludó cortésmente.
Este saludo hizo que el estado de ánimo de Mariana, que estaba a su lado, cambiara completamente.
Sin cambiar la expresión de su rostro, inconscientemente apretó el brazo que tenía entrelazado con el de Bianca, hasta que escuchó el suspiro de dolor de esta y reaccionó: —Perdón mamá, no fue a propósito...
Mariana se disculpó nerviosamente, pero Bianca no tenía ánimos para escuchar.
La tranquilizó con un par de frases y luego les pidió a los guardaespaldas que repartieran el café y el desayuno entre la gente de la estación.