Capítulo 386
Mientras terminaba de hablar, los ojos de Cristina no podían ocultar su aire de superioridad.

Su cabello estaba completamente desordenado como un nido de pájaros, y su rostro, antes maquillado con precisión, ahora era un desastre por las lágrimas.

Amparada por la protección de Leandro, incluso después de ser golpeada, seguía sintiéndose impune.

¿Hasta dónde podría alardear una mujer abandonada por su marido, una pobre desgraciada con cara de limón?

Cuanto más agresiva se mostrara Sara, menor sería el sentimiento de culpa de Leandro.

Al darse cuenta de esto, Cristina continuó: —Sara, hablemos claro, tampoco quiero poner a Leandro en una situación difícil.

Su falsa actitud comprensiva resultaba nauseabunda.

—Leandro ya no te quiere, ahora me ama a mí. Si estás dispuesta a irte sin nada, te prometo que cuidaré de Bella como si fuera mi propia hija, y jamás permitiré que sufra.

Bella era encantadora, sin duda. Pero nunca sería comparable a un hijo propio.

Cuando tuviera un hijo con Leandro
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