¿Cómo podía Leandro no entender el mensaje implícito?
Con el rostro lívido, finalmente solo pudo ver impotente cómo se marchaban.
Sin nadie que la molestara, Cristina volvió a llorar.
Desafortunadamente, esta vez Leandro no sintió ni una pizca de compasión por ella, solo irritación y fastidio.
—Leandro, yo...
—Deja de llorar, terminemos por hoy, me voy a casa.
Ni siquiera mencionó llevar a Cristina al hospital para revisar sus heridas; simplemente la abandonó con frialdad y regresó a casa.
—Leandro...
—Deja de llamarlo, ya se fue.
Luciana, frotándose el hombro lastimado, interrumpió a Cristina con impaciencia —Te lo dije desde el principio, no se puede confiar en el amor de un hombre. Si hubieras escuchado mis consejos y le hubieras puesto el hechizo, ¿estarías sufriendo esta humillación hoy?
Cristina guardó silencio, todavía queriendo defenderse —Pero eso sería hacer trampa. Si él me amara solo por estar bajo un hechizo, ¿no sería un fracaso para mí?
Al escuchar esto, Luciana escaneó