La multitud chocaba entre sí. Los ruidos confusos envolvían el ambiente, y la voz de Gabriel se perdió entre tantos sonidos.
Ana se movía con el flujo de personas.
En su campo visual solo había oscuridad. Caminaba pegada a la pared, y adelante se distinguía una débil fuente de luz.
Antes de que pudiera controlar su frustración, una mano sujetó repentinamente su muñeca.
Esta mano tenía callosidades que rozaban su piel causándole un leve dolor.
Era la mano de una mujer.
Ana no forcejeó, permitiendo que esta persona la guiara.
Iban en dirección contraria a todos los demás. En la oscuridad podían actuar con mayor libertad. Ana notó con agudeza que en la pared había polvo fluorescente.
Inmediatamente comprendió.
Con la escasa luz, la silueta frente a ella y sus gestos revelaban que se trataba de Luciana.
Ana no mostró reacción.
Subieron las escaleras, alejándose del caos de abajo. Los ruidos se fueron apagando hasta desaparecer.
Luciana caminaba rápido, sin esfuerzo, llevando a Ana directam