Con los motores en marcha, el paisaje afuera iba desapareciendo rápidamente hacia atrás.
Andrés ladeó la cabeza mirando por la ventana, su estado de ánimo claramente alterado.
Ana conectó su teléfono al cargador y preguntó:
—¿Sabes algo sobre lo de Selina?
Desde el momento en que entraron a la fábrica, Ana había notado que algo no andaba bien con Andrés.
Los dedos de Andrés se tensaron, con los nudillos ligeramente blanqueados.
Esbozó una sonrisa forzada, fingiendo despreocupación:
—En realidad no es gran cosa, solo que mi hermano fue apuñalado hasta morir aquí.
La imagen de Gustavo siendo apuñalado por un delincuente había sido su pesadilla constante.
Durante ese año, sobrevivió prácticamente a base de medicamentos.
Cuando no podía dormir tomaba pastillas para el insomnio, y en los peores momentos, antidepresivos.
Con el tiempo, la situación mejoró un poco.
Ana se disculpó sin insistir más en el tema.
Mencionar accidentalmente algo doloroso para alguien era comprensible.
Pero si sabía