El tiempo transcurría segundo a segundo. Había pasado otra hora.
Cuanto más se demoraban, más peligroso era para Santiago.
Emanuel tenía el ceño muy fruncido mientras examinaba el entorno, pensando dónde podría haber algún escondite o ruta de escape que evitara las cámaras.
—Oficial Vargas.
Una voz femenina, fría y clara, sonó repentinamente a su lado.
Emanuel se dio la vuelta.
—¿Qué sucede?
La mujer frente a él no llevaba maquillaje, tenía el cabello negro y la piel blanca como la nieve. Aunque vestía ropa ordinaria, su presencia destacaba naturalmente entre la multitud.
El corazón endurecido de Emanuel se ablandó instintivamente.
No se dio cuenta de este sutil cambio.
—Quien se llevó a Santi, podría ser Armando Ramírez.
Cuando el nombre claro salió a la luz, el rostro de Ricardo cambió bruscamente. Se abalanzó dando grandes zancadas, extendiendo la mano para empujar a Ana, pero Emanuel se interpuso, obligando a Ricardo a retirar su mano con frustración.
—¡Ana! ¿Qué disparates estás d