Ana cruzó la mirada con él.
¿Emanuel?
Parecía ser el hermano de Tadeo.
Viviana, como si hubiera encontrado un salvavidas, miró a Emanuel con ojos llenos de esperanza.
—Oficial, tiene que encontrar a mi hijo, se lo ruego...
Al pronunciar estas últimas palabras, sus rodillas se doblaron y cayó al suelo.
Emanuel y Ana, simultáneamente, uno a cada lado, la sujetaron por los brazos y la ayudaron a levantarse.
—Señora, haremos todo lo posible por encontrar a su hijo. Ahora tengo una pregunta que hacerle.
Emanuel retiró su mano, con expresión seria. Ricardo, que había permanecido a un lado, se acercó en ese momento.
—¿Qué pregunta?
—¿Usted, su esposo o algún familiar han ofendido a alguien recientemente?
La pregunta de Emanuel era crucial.
Antes de venir, ya había ordenado que le enviaran una copia de las grabaciones de seguridad del centro comercial a su teléfono.
Si fuera un extraño, Santiago no habría corrido hacia él con una sonrisa.
Por lo tanto, lo más probable es que el criminal fuera