—Disculpa —se excusó Ana instintivamente.
Gabriel no respondió, con su respiración completamente envuelta en el suave aroma que emanaba de Ana.
Su mirada se oscureció, luego bajó los párpados, reprimiendo todas las emociones que surgían.
Este gesto íntimo entre ambos enfureció a Giana.
La ira distorsionó sus facciones, sus uñas se clavaron en su palma sin que sintiera dolor.
—¡Ana! ¿Qué haces tú aquí? —exigió saber Giana.
Ana casi pone los ojos en blanco con fastidio.
—¿No debería preguntarte yo eso? Nosotros estamos comiendo aquí, ¿qué haces tú parada afuera? No sabía que la señorita Montoya tenía el hábito de espiar conversaciones ajenas.
Esta última frase quebró por completo las defensas de Giana.
Miró a Ana con furia.
Los rumores que había recibido no mencionaban que Gabriel estuviera acompañado por otra mujer.
La última vez, cuando se declaró fuera del baño, escuchó a Gabriel admitir que tenía novia, e incluso lo vio abrazando a alguien.
En su estado de embriaguez, Giana no pudo d