En ese mismo momento, en la sala de al lado.
Justo cuando Ana pateó la puerta para abrirla, Luis estaba abrazando a dos chicas, una a cada lado.
Milena temblaba de rabia por todo el cuerpo.
Ana se quedó detrás de ella, temiendo que no soportara el impacto y se desmayara.
— Milena...
El color desapareció del rostro de Luis. Instintivamente empujó a las mujeres que tenía en brazos, ansioso por acercarse a explicar.
En su prisa, derribó varios vasos de cristal de la mesa.
Milena gritó: — ¡No te acerques!
Durante el tiempo que caminó por el pasillo, había esperado que todo fuera un malentendido. Que Luis solo hubiera llamado a esas chicas para aparentar, sin tocar a ninguna.
Pero la realidad le dio un golpe devastador.
En la sala solo estaba Luis.
¡Y no abrazaba solo a una, sino a dos!
Milena se derrumbó.
Las lágrimas caían incontrolablemente en grandes gotas, su respiración se volvía cada vez más agitada. Levantó la mano para secarse las lágrimas; apenas limpiaba unas, otras nuevas aparec