El sentimiento le resultaba familiar. La última vez que había experimentado algo así fue durante el apogeo de su relación con Mateo.
En aquella época, apenas podían pasar un día separados. Sin importar lo que hicieran, siempre informaban al otro con anticipación.
Pero con el tiempo, sus conversaciones se convirtieron en monólogos donde solo Ana compartía y reportaba. De sus numerosos mensajes, Mateo solía responder únicamente al último, si es que respondía, o simplemente cambiaba de tema.
Ella había intentado comunicarse mejor, pero la experiencia demostró que era inútil. Mateo dejó de prestar atención a sus emociones. Cuando surgían conflictos, optaba por el distanciamiento, seguro de que ella cedería primero.
En siete años de noviazgo, Ana había sufrido aproximadamente seis años y medio. Ahora le parecía absurdo haber desperdiciado tanto tiempo con alguien que no la valoraba.
Ana ocultó sus emociones y no respondió a Gabriel.
Quince minutos después, Manuel entró primero, seguido por