El monto le parecía aceptable. Ana tomó la tarjeta.
—Me parece bien. Hagámoslo como usted dice.
En este mundo, más amigos significan más caminos. El favor de Diego... podía servir en algún momento.
Quizás nunca lo necesitaría ella misma, pero Lucía sí podría. Considerando el comportamiento de Fernando hoy, más valía precaverse.
Después de llegar a un acuerdo, Fernando finalmente salió de la sala de interrogatorios.
Al ver a Diego, su rostro se ensombreció instantáneamente.
—¡¿Tú?!
Entre todas las personas que detestaba, Fernando odiaba especialmente a Diego. Su hermano, solo tres años mayor pero del mismo padre y diferente madre, siempre le superaba en todo.
Su padre había confiado todo el negocio familiar a Diego. Fernando, aunque llamado "segundo joven amo de los Torres", en realidad no era más que un perro al que mandaban a su antojo.
Diego lo miró con frialdad.
—¿Así te enseñó modales tu madre? ¿Ni siquiera puedes decir gracias?
El ambiente se tensó al instante.
Ana esperaba a Lucí