Afuera, Lucía estaba enviando un mensaje a Ana cuando la puerta se abrió.
—Ana...
Su voz se cortó al instante al ver a Gabriel.
—Disculpe, me equivoqué de puerta —dijo rápidamente.
Retrocedió un paso y miró el número: 1102. No había error. Pero entonces...
¿Por qué quien abría la puerta era Gabriel?
Lucía contuvo un grito digno de una marmota y comenzó a llamar a Ana a voz en cuello, repitiendo su nombre sin parar.
Gabriel frunció el ceño.
—Deja de gritar. Ana está en el baño.
Lucía quedó impactada. ¿Por qué Ana estaría en el baño?
De pronto se puso alerta. Examinó a Gabriel de arriba abajo con mirada suspicaz.
Su ropa parecía ligeramente desaliñada, como si acabara de ponérsela sin tiempo para arreglarla. Y si a eso le sumaba que Ana estaba en el baño... ¿no sería lo que estaba pensando?
De ser así, el hecho de que Ana no respondiera sus mensajes cobraba sentido.
—Vine a buscar algo que me prestó Ana... —explicó Lucía con voz seca. La presión que Gabriel ejercía era palpable.
Gabriel