—¿Por qué no es necesario? —Ana frunció el ceño, claramente en desacuerdo.Lo miró seriamente: —Hoy este asunto no es culpa tuya ni de Santi. Aún no están divorciados, Samuel sigue siendo nominalmente tu esposo y el padre de Santi. Ustedes han sido lastimados, él tiene derecho a saberlo y resolverlo.
Incluso si estuvieran divorciados, Samuel seguiría siendo responsable. ¿Por qué las consecuencias de sus acciones las tendrían que sufrir su esposa e hijo? Eso sería completamente injusto.
Viviana guardó silencio. Sus manos se retorcían, luchando internamente.
Finalmente, aceptó el consejo de Ana.
Bajo la mirada de ambas, Viviana llamó a Samuel por primera vez en estos días.
El teléfono sonó más de treinta segundos antes de contestar.
Lo primero que dijo fue: —¿Ya entraste en razón?
Samuel interpretaba la ausencia de Viviana en casa como un berrinche. Con tantas cosas que hacer, no tenía tiempo para calmarla.
Isabella le había dicho que no había que consentir demasiado a las mujeres. Si la