El silencio era tan denso que se podía escuchar el latido de ambos corazones.
Cyrus y Stella seguían allí, inmóviles, mirándose sin atreverse a romper la tensión que los envolvía. Bastaría un simple movimiento, una respiración más profunda… y ese beso que los rondaba y los tentaba se haría inevitable.
Entonces, el teléfono de Cyrus comenzó a sonar.
El sonido, agudo y repentino, cortó el aire como una cuchilla invisible. Ambos se sobresaltaron, y Stella dio un paso atrás casi al mismo tiempo que él se enderezaba, apartándose con torpeza. La tensión se desvaneció tan rápido como había llegado, dejando tras de sí una sensación incómoda, eléctrica, de algo que había estado a punto de suceder.
Cyrus miró el teléfono, carraspeó y maldijo para sus adentros mientras regresaba al escritorio para responder. Presionó el botón de respuesta.
—¿Sí?
Del otro lado, la voz de su padre resonó grave y directa.
—¿Está hecho lo del departamento?
Cyrus tragó saliva, intentando mantener el tono sereno mient