Stella colocó el último libro en una de las estanterías de su nuevo departamento y suspiró. Luego, con una sonrisa que tiraba de sus labios, giró lentamente y observó todo su alrededor.
El lugar era precioso.
Ni en sus sueños más locos habría imaginado vivir en un lugar así de bonito, moderno, espacioso y seguro.
Dio unos cuantos pasos, se acercó al mullido sofá color crema y se dejó caer en él, de espaldas y con los brazos abiertos, riendo como una niñita con juguete nuevo.
Estaba cansada, sí. Habían pasado tres días desde que Andrew le había entregado el departamento y llevaba tres días mudándose, acomodando sus pertenencias en los rincones de su nuevo hogar.
Cada nochez al terminar la jornada laboral, Cyrus y ella iban al departamento a arreglar. Pero hoy, finalmente, habían terminado. Bueno, ella había terminado, porque Cyrus había tenido una reunión a la cual no podía faltaría y solo la había dejado en la entrada del edificio, se había despedido y le había prometido reg