Capítulo LXXV

—¿Y Zelig?

Arruga una hoja entre sus dedos y la analiza. En esta zona huele a petricor. He de suponer por el aroma proviene del asfalto de la carretera.

El mayor nos encargó estar aquí por si vemos un chupasangre que —es posible— dirige a los lobeznos o los espera. Mantengo los sentidos alerta por si en la lejanía se oye lo más pequeño. Que los dos estemos aquí es estúpido, pero a su vez calculador. Si alcanzamos a agarrar a quien dirige a dichas criaturas, podremos obtener palabras que nos servirán en la contienda final. Será información relevante. Por ejemplo, si estos seres tienen alguna debilidad, como en los libros, que es la plata o algo peor que el acónico, al cual le tienen una aversión gigante. Según ciertos archivos, pertenecientes de la sociedad de cazadores, que ojeé, ya que recuerdo, los Lobeznos son frágiles ante dicha hierba.

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