Punto de vista Rubi
El aire se volvió denso apenas crucé las puertas del castillo.
Y allí estaba él. Caspian.
De pie, imponente, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada clavada en mí.
Kael gruñó bajo, sus ojos llameando con una alerta que me hizo estremecer.
—Compañera… algo no está bien —susurró Kael en mi mente.
Sus palabras me helaron la sangre.
Observé a Caspian con detenimiento: su porte seguía siendo majestuoso, pero había algo distinto. Sus ojos… esa mirada ya no era la del hombre que conocí. Era fría, afilada, cargada de un odio que no le pertenecía.
—¿Caspian? —pregunté en voz baja—. ¿Estás bien?
Él me observó sin pestañear. Su voz, cuando habló, fue seca, vacía.
—Volviste… —dijo, con una sonrisa falsa—. ¿Qué pasó?
—Me secuestraron los vampiros —respondí, tratando de leerlo, buscando una grieta en esa máscara de piedra.
—¿Los vampiros? —repitió, acercándose un paso—. ¿Y cómo es que volviste ilesa? ¿Qué querían de ti?
Cada palabra fue como