— Ethan Scott —
Heme aquí tomando un avión rumbo a donde me lleve mi viaje, primera escala la bella ciudad de Tokio en Japón.
He decidido hacer un receso de seis meses en mis estudios y mi pasantía para darme la gran vida que merezco, pues ustedes dirán ¿Por qué? pues por que quiero y por que puedo.
Soy el primogénito de Adam Scott, uno de los mejores abogados de Nueva York, corrección del mundo. Mi padre tiene una agenda tan apretada que su secretaria debe dar citas para el próximo año, incluso a sus adorados hijos. ¡Ja!
Perdón ¿en qué iba? ya me perdí, ah, ahora sí decía que era el hijo mayor de mi padre y que no lo veo nunca porque su trabajo es su primer y único amor. Nosotros sus hijos solo somos un accesorio más en su rutinaria vida.
Aunque yo no nací en cuna de oro, él sí y por cuestiones que tampoco me interesan a la edad de 10 años mi madre nos abandonó y mi papá se hizo cargo de mí, luego supe que ellos se divorciaron y al año siguiente mi papá llegó con mi hermano menor Thomas.
Fin de la historia y todos vivimos felices y comimos perdices...
Mentira, eso no existía en mi familia. Desde que nos quedamos solos con mi padre se me enseñó e inculcó que ser un Scott era signo de lujo, riqueza y una serie de deberes y obligaciones que me mareaba. Así que cuando cumplí la mayoría de edad me encargué de mandarlas a la verga.
La primera y no menos importante es seguir el legado familiar, pues patrañas, mandé a la m****a el legado y estudié medicina, craso error porque caí en las manos de uno de los mejores amigos de mi padre Owen George, el jefe del departamento de cardiología del hospital general de Nueva York, un viejo alcahuete que le cuento hasta lo que comí el día de ayer, por ende al final tampoco he salido del yugo de papá.
Como verán mi relación parental no era la mejor, así que ni me pregunten por cómo me llevo con mi hermano, ese era una pulga en el oído que andaba detrás de mí como si fuera un chicle de mal sabor y sí lo odio, por su culpa mis padres se separaron y en definitiva mi madre murió por traerlo al mundo.
Debo ser el sujeto con peor suerte en el planeta ¿no? pues mi vida como tal es una verdadera m****a, pero no me quejo pues como hasta en eso me gustaba llevar la contraria he disfrutado y me he aprovechado de los placeres que se me han otorgado por ser "todo un Scott".
Soy guapo... Lo digo con conocimiento de causa. Traigo a más de alguna babeando hasta los pies por mis huesitos. Me divierte verlas cuando decido cuál será mi presa, pues caen redonditas. Sólo con decir mi apellido saltan y listo, un condón y a la cama bebé... después las desecho, obviamente llevándome todos los vestigios de mi pasada por ahí y si te visto no me acuerdo. Las que me conocen lo saben, no repito, ya usé ese platillo y no lo volveré a comer.
Mi premisa "No creo en el amor, nunca me voy a enamorar" ya con la experiencia de mis padres quedé curtido y como no pienso traer hijos a este mundo he pensado incluso en hacerme una vasectomía.
Ahora, el porqué de mi viaje. Sencillo, estaba aburrido, era mi último año de internado y deseaba descansar, darme mi último viajecito para disfrutar de los placeres de la vida y luego terminar lo que por ser un "contreras" se me ocurrió estudiar.
Tomé mis audífonos y me preparé para este largo viaje ....
Una semana después...
Ya me encontraba instalado en Tokio, estaba fascinado con la cultura, me encantaba el lugar. Esto de reunir lo nuevo con lo antiguo me encantaba, estoy en un pequeño apartamento en el Petit Grande Miyabi, cerca de Yokoamicho Park. Es una de las zonas lujosas de Tokio, que tiene justo lo que necesito para pasar estos días en el país del sol naciente.
Hoy saldré a beber a un Izakaya (bar típico japonés) con mi vecino de enfrente, por suerte es un chico muy simpático que está estudiando su maestría acá, es español pero habla muy bien el inglés y ha sido mi guía turístico estos días.
Me preparé y luego de colocar mi perfume salí con mi chaqueta en mano, cerré la puerta y golpeé la de mi nuevo amigo David. Abrió la puerta y se miraba como la m****a. Estaba con unos moretones en su cara y lo peor es que tiene una venda en su hombro, parece como si lo hubieran asaltado.
—¿Y a ti qué te pasó, Galeano? —pregunté preocupado.
—Oh, perdón Scott se me olvidó nuestra salida... —lo vi tambalearse para caer casi de bruces encima mio.
—Déjame revisarte hombre, esto no está nada bien. —Entré a su apartamento y me quedé mudo, su sala de estar parecía una sala de operaciones de la mejor película de James Bond. Había pantallas, cámaras y todo lo que se les pudiera ocurrir, me estaba asustando—. Joder Galeano. ¿en qué m****a estás metido?
—Ethan, es mejor que te vayas, no deberías de estar aquí. ¡Ah! —se quejó mientras se tocaba el brazo.
—Ni loco, no te puedo dejar así, por lo que veo tu herida está infectada y tienes fiebre. ¿Dónde tienes el botiquín? —Con cuidado lo llevé al sofá y lo dejé sentado, mientras él murmuraba cómo podía él dónde estaban las cosas, pero como no recibo respuestas claras me decidí por ir a mi casa y buscar mi maletín. Lo hice rápidamente, volví y lo encontré casi desmayado. Revise su herida, la limpié, desinfecté y procedí a suturar, el muy infeliz le dispararon.
«¡¿En qué m****a me he metido?!»