Dante miró a su esposa dormir a su lado, sonrió mientras comenzaba a acariciarle el cabello.
— Buenos días, hora de despertar dormilona.
—No quiero despertar exclamó Allegra cubriéndose.—Dante comenzó a besarla.– Allegra abrió sus ojos y sonrió. — ¿A dónde vamos?, pregunto Allegra.
— Se a donde me dirijo yo, respondió Dante mientras besaba su vientre.– Tú te dirijes al paraíso.
— Qué modesto exclamó Allegra.
Dante levantó el rostro y sonrió.— No verás un Beaumont modesto jamás. –Allegra enterró sus dedos en su pelo...
Mientras Dante asistía a unas reuniones, Allegra se trasladó al ático que Dante poseía en Londres.
— Bienvenida señora Beaumont, dijo la señora Grenwhit.
— Buenos días dijo Allegra.
— ¿Desea que le preparen algo en especial para almorzar?, pregunto la señora Grenwhit.
— Solo una ensalada dijo Allegra mientras abría su ordenador portátil. Tomó su lápiz especial y un cuaderno que solía usar para garabatear mientras se le ocurrían sus brillantes ideas.
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Dant