Allegra estaba acostada, de pronto, sintió un fuerte golpe y una rigidez que se extendía a través de todo su cuerpo, tan intensa que casi no podía respirar; pero no le dolía.
Siguió tendida tranquilamente durante un rato; entonces sintió otra rigidez y luego otra. En plena madrugada las contracciones venían con regularidad, así que finalmente, después de darse vueltas hacia uno y otro lado, Dante se despertó y le preguntó qué pasaba.
—Nada —murmuró ella—. Son esas estúpidas contracciones. Él abrió un ojo en la oscuridad y la miró allí acostada junto a él.
—¿Llamare a la doctora?
—No. Le causaban molestias, pero ella no creía fuera el momento, aun faltaba
—¿Cuánto tiempo llevas con contracciones? —murmuró Dante dándose la vuelta hacia su lado de la cama.
— No lo sé... unas horas.
De pronto notó que se ponía rígida y hacía un sonido extraño. Esto le despertó completamente; se incorporó para mirarla y vio que tenía el rostro tenso, que todo el cuerpo se le ponía rígido y se aferraba a él