Allegra se encontraba algo somnolienta cuando sintió los labios de Dante, segundos después escuchaba la puerta del baño, esa mañana regresaban a París.
—Puedes dormir durante el vuelo – Dante le sonrió, satisfecho y divertido ante la somnolencia de su esposa. Estaban a punto de salir de la sala de espera, cuando un hombre de traje y cabello cano, seguido de un guardia de seguridad, se les acercó.
— ¿ John? – Dante cruzó la habitación para saludarlo, frunciendo las cejas. El intercambio se hizo en tono de urgencia. Mientras tanto Allegra respondia unos correos. El hombre entregó algo a Dante.
Sofocando un bostezo, Allegra trató de concentrarse, en su correo.
—¿Quién era ese hombre?– preguntó Allegra al abordar el avión.
—Uno de mis abogados – respondió Dante con una curiosa sequedad en la voz. Ella siempre odió los despegues. No abrió los ojos hasta que estaban en el aire. Pero Dante no se quedó a su lado. Lo descubrió al otro lado de la cabina, revisando unas hojas de papel. Ob