Capítulo 86. Malentendidos
Cuando Maximiliano llegó a la suite donde se hospedaba su esposa, eran casi las cinco de la mañana. Comenzó a golpear la puerta bruscamente, sin cesar.
Eilam, al escuchar aquellos golpes desesperados —como si alguien estuviera siendo perseguido para matarlo—, se levantó de inmediato, tratando de evitar que Luciana y Amelia se despertaran. Estaba furioso y a punto de desquitarse con quien fuera que estuviera al otro lado, incluso pensó que después se quejaría por el mal servicio.
Pero al abrir la puerta y ver de quién se trataba, se ajustó la bata con rapidez, mientras decía con una media sonrisa en los labios:
—Nunca pensé que el gran Maximiliano Oliveros tocaría mi puerta a esta hora de la mañana. No me digas que se te perdió algo o alguien… ¿Y lo vienes a buscar en mi habitación?
Maximiliano no dijo una palabra, solo lo apartó con desagrado mientras preguntaba:
—¿Dónde está mi mujer?
Eilam, queriendo provocarlo y demostrarle a Luciana que ese hombre no la merecía, respondió con sarc