La noche en la ciudad transcurría con tranquilidad, pero dentro del sanatorio, la amenaza era silenciosa y letal. Mientras Isabela descansaba, ajena a la tormenta que se cernía sobre ella, Camila movía los hilos en las sombras.
Había esperado demasiado.
Había tolerado demasiado.
Si Leonardo no quería alejarse de Isabela por voluntad propia…
Ella se encargaría de eliminar el problema.
—No pueden fallar esta vez. —su voz era fría mientras hablaba con el líder del grupo que había contratado.
—Tranquila, señora. Somos profesionales.
Camila sonrió con satisfacción.
Les había dado el nombre del sanatorio, el número de la habitación y la mejor hora para actuar: la madrugada, cuando los guardias estuvieran más relajados y el hospital más silencioso.
No habría testigos.
No habría errores.
Isabela Arriaga desaparecería esa noche.
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Leonardo: Una inquietud inexplicable
Leonardo no se había movido del sanatorio desde que trajo a Isabela.
Era extraño en él.
Siempre tenía cosas que hacer, reunion