Lo sentía desde la punta de mis pies, subiendo por mis
pantorrillas, arriba enroscándose como una serpiente,
ahogándome con su oscuridad y malicia. Por primera vez ni
siquiera las pequeñas manos de Liv tocándome no podían
liberarme. Ni siquiera los sonidos que hacía ella succionado
no podían penetrar el miedo.
Estaba atrapada.
Era real. El infierno era real y lo estaba viviendo. Iban a
quitármelo todo, a Liv, a Ian, a Olivia. Todo, iban a dejarme
sola en el mundo. Sola y esperando un final que tardará
años en llegar.
Estaba atrapada en mi mente y no sentí a Liv quedarse
dormida como tampoco escuché a Ian entrar en la
habitación hasta que no me cubrió con la manta. Levanté la
cabeza asustada y dejé salir un pequeño grito.
—Lo siento —dijo Ian enderezándose y levantando las
manos—. Pensé que estabas dormida.
—No, creo que ya he dormido suficiente.
Miré el reloj y vi que eran pasadas las tres. Pensé en el