Capítulo 31

Al llegar a casa inconscientemente Dom miró la puerta vecina y con una sonrisa amarga entró a su apartamento arrastrando los pies. Estaba muy jodido, pensó cuando tomó su primer trago de cerveza, solo, sentado en el taburete de la isla con las luces apagadas, vagamente iluminado por la lámpara cálida de encima de la isla.

Sentía que debía mandar todo al diablo en su segunda cerveza, pero el timbré se interpuso entre él y sus capitulaciones de “macho solitario sin esperanzas de volver con su amada”.

— ¿Jodida mierda, a quien se le ocurre molestar a la media noche?

¡Ding Dong!

Pensó que debía ser su hermano menor al que se le habían olvidado las llaves y por eso tocaba, con una maldición. Ya había ocurrido antes.

— Daniel, cuantas veces te he dicho que no pierdas las lla… —decía mientras abría la puerta sin constatar en la miradilla antes de quedarse sin palabras al ver a…

— Dominic… —escuchó su dulce voz, aun sin poderlo creer.

— Adella… — murmu
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