— Acuéstate en la cama —volvió a ordenar más duramente Domimic.
Vulnerable por el conocimiento evitó su mirada mientras hacía lo que se le pedía.
Dominic se sentó a su lado y ella en un impulso tomó su rostro y lo besó con una necesidad tan profunda y palpable que no percibió las verdaderas intenciones del hombre que la poseía con solo un beso.
Dominic correspondiéndola la sujetó de las muñecas y las juntó por encima de su cabeza. Con una mano la sujetaba y con la otra pasaba una suave tela de seda aprisionándola.
Cuando se dio cuenta de ello él se separó de sus labios con una media sonrisa.
— Vamos a jugar por un buen rato, hermosa gatita… —susurró Dominic.
— ¿Una gatita tendría mi cuerpo? —preguntó ella retóricamente alzando una ceja de manera provocativa.
— Solo las perras —dijo con diversión — ¿Quieres ser mi perra? —susurró sobre su oído.
— ¿Y que hace una perra? —preguntó ella abriendo más campo para él en su cuello para los beso