— Tardaste mucho… —se quejó Adella con voz ronca.
— Fuimos a comer algo —se excusó con una sonrisa mientras se sacaba los zapatos y se metía con ella en la cama.
— ¿Qué hora es? —preguntó ella haciéndole espacio.
— Las doce con diez —respondió mirando su reloj para luego abrazarla y cerrar los ojos un instante.
— Tenía planeado llevarte a un lugar —murmuró ella acariciándole la espalda. Eso de alguna forma le gustaba, lo relajaba.
— ¿Qué lugar? — preguntó curioso, feliz por tenerla entre sus brazos.
— Un baile de máscaras — susurró Adella alzando la mirada la encontrar la de él.
— ¿Esta noche? —preguntó contrariado. Recordaba su segunda fiesta de máscaras en Londres y la idea de que Adella le propusiera algo parecido lo ponía ansioso y excitado, pero dudaba que hablara de lo mismo.
— Sí, te gustara —le aseguró ella guiñándole el ojo con picardía. — Es una fiesta privada.
— Está bien. Dé