Capítulo ciento diez. La cámara escondida
— — — — Narra Brad Lancaster — — — —
No pude dormir.
Me recosté en la cama junto a Amy, con la mirada fija en el techo, oyendo los latidos tranquilos de su respiración, que a ratos se volvían un suspiro. Dormía profundamente, una mano descansando sobre su vientre como si protegiera a los tres que crecían ahí dentro. Y yo... yo me sentía como un centinela atrapado entre la rabia y el miedo.
—¿Qué estás haciendo, idiota...? —murmuré en voz baja, sin esperar respuesta. Me pasé la mano por la cara—. No sirve de nada dar vueltas si no puedes protegerlos.
El reloj marcaba las tres de la madrugada. La casa estaba en silencio, pero no era un silencio pacífico. Era un eco que me retumbaba por dentro, como si algo invisible caminara por los pasillos, esperando que bajáramos la guardia. Me levanté sin hacer ruido, tomé mi teléfono, bajé las escaleras y fui directo al estudio.
Encendí la lámpara del escritorio y abrí la libreta donde había escrito las pi