—Papi, mira un pajarito volando por allá —dice mi pequeña Daniela mientras corre por el jardín de la mansión. Mi princesa y mis dos príncipes ya tienen cinco años y son todo un terremoto.
—Sí, mi hermosa princesa. Pero trata de no ensuciarse mucho, porque tu mamá nos va a matar a los dos. Tenemos que ir a la casa de tu tía Abigail, hoy es el cumpleaños de los quintillizos —le recuerdo abrazándola y dándole un beso. Te amo, hija.
—Yo te amo mucho, papito, y quiero ir a mostrarle a Hanna y a Helena mi vestido de princesa —me dice dando saltos de alegría.
Ángeles, Abigail y Micaela se mudaron muy cerca de nosotros, cada uno tiene su propia mansión sin salirse del barrio.
Cada día recuerdo a Daniel por haberme permitido criar a sus hijos. Una vez al mes llevo a Daniel, Daniela y Darío al cementerio a llevarle flores a mi mejor amigo y padre de mis tres terremotos. Ellos saben que él es su padre y está en el cielo velando y cuidando por ellos, al igual que nosotros aquí.
La vida me ha prem