35. REGALO Y GPS
ALFA ZAYDEN
Las ramas crujían bajo sus patas.
El viento silbaba entre los árboles mientras dos sombras se deslizaban entre los troncos con la velocidad de la libertad.
Mara y Rod corrían bajo la luna, sin miedo, sin pasado. Solo instinto.
La noche era suya.
Desde que Lyra dejó de sentir dolor al transformarse, corremos cada vez que se puede.
Yo no pienso negarle ese derecho.
Ni a ella. Ni a Mara.
Rod la alcanzó, le mordisqueó el cuello con un gruñido juguetón, y ella respondió con un aullido claro. Luego se lanzó tras él, como si el bosque fuera un juego y la noche, un regalo.
Así es como debía ser.
Volvieron a la casa principal minutos después, jadeantes pero plenos, la lengua fuera y el pelaje alborotado. Se sacudieron cerca del claro, y en un parpadeo, el cambio de forma ocurrió. Sin tensión. Sin gritos.
Los huesos se rompieron y reacomodaron como si el cuerpo entendiera que no había peligro.
Dejé de ser un espectador para ser el siguiente en escena.
Cuando volvió a ser Lyra frente