36. VIAJE
Estaba revisando por última vez mi mochila cuando Brina irrumpió en la habitación. Sus pasos firmes, decididos como siempre, venían acompañados de una expresión que me advirtió que no era solo para despedirse.
—Ya casi estoy lista para salir —le dije, esforzándome por sonar tranquila.
Brina no contestó de inmediato. Se cruzó de brazos y me clavó esa mirada suya, tan directa como protectora.
—Voy contigo —soltó al fin, sin rodeos.
Me volví hacia ella, sorprendida.
—¿Qué? Brina, no hace falta.
—Sí hace falta —insistió—. Cade no se va a quedar de brazos cruzados, Lyra. Es peligroso, y lo sabes.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Entonces Zayden apareció en el umbral, atento, con los ojos tan oscuros como la noche.
—Brina, no es necesario —dijo con calma, aunque su tono dejaba claro que era una orden velada—. No hay nada que temer.
Brina lo miró con descaro, sin retroceder ni un paso.
—Con respeto, Alfa, me parece ingenuo pensar que Cade no volverá a intentarlo. Y si se interpusiera de