ZAYDEN

Había algo en la forma en que Lyra me miraba que me hacía querer explicarle todo de inmediato… pero no. Esta vez necesitaba que lo viviera sin adelantos, sin preparativos, sin defensas. Así que me limité a sostenerle la mirada mientras cruzábamos las puertas del salón del consejo.

—Zayden… ¿qué hacemos aquí? —preguntó, en voz baja, mirando a su alrededor con evidente incomodidad.

Sus dedos jugueteaban con la manga de su blusa, como si eso pudiera darle alguna respuesta que yo aún no quería dar. Caminó un paso más cerca de mí al notar la seriedad del lugar.

—Es importante —le respondí, deteniéndome en el centro del salón—. Este es mi primer regalo para ti como mi Luna.

Frunció el ceño, sin entender.

Antes de que pudiera preguntar más, las puertas laterales se abrieron. Uno a uno, los ancianos del consejo comenzaron a ingresar. Algunos con pasos pausados, otros con la columna aún firme como un roble, pero todos con la misma autoridad silenciosa dada con la edad.

Lyra se giró haci