Los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana cuando salgo de la habitación de Lyra en la clínica. Sigue igual. Estable, dicen los doctores, como si eso fuera suficiente. Pero nadie puede decirme cuándo despertará. O siquiera si lo hará.

Antes de salir, beso su mano con cuidado y acomodo uno de los mechones rebeldes de su cabello. Su piel sigue cálida, su aroma intacto. La amo. La extraño en cada palabra que no dice, en cada sonrisa que no me regala.

Quisiera quedarme. Pero no puedo. Hay cosas que no puedo delegar, decisiones que no pueden esperar. Y antes de enfrentar lo que viene, hay una última visita que necesito hacer.

Mis pasos me llevan al ala este de la clínica. El médico me recibe en la puerta con una expresión distinta a la de ayer: ligera, con esperanza.

—Clark despertó anoche —me informa.

Al entrar, lo primero que veo es a Brina. Está sentada al borde de su cama, sujetándole la mano con una ternura protectora que solo ella podría convertir en fuerza. Su sonrisa al ver