Maya
La necesidad de escapar de la mansión de Valentino era abrumadora; quería huir para no saber más. Sentía que algo en el bosque deseaba tragarme o hacerme sentir miedo. Llevaba días absorta en mis pensamientos, cuestionando por qué tantas cosas sucedían en tan poco tiempo. Igor no estaba mintiendo cuando me habló de esa leyenda, diciendo que los seres humanos la escribían como simple literatura entretenida. Pero, ¿por qué me hablaba a mí de esos temas? ¿Qué era yo, en realidad?
—Maya, ¿todo bien? —preguntó Lucrecia, preocupada. Asentí y le sonreí. Si ella supiera el torbellino en el que me encontraba... Valentino tenía razón al decir que era el destino lo que nos unía. Pero, ¿para qué? ¿Para saber mi verdadero origen? Miro mis manos por un momento, están normales. Pero esta mañana parecían garras, llenas de esas líneas. O quizás solo era una pesadilla despierta.
—Lucrecia, tú crees en los humanos que no son humanos —pregunté sin dejar de ver la carretera. Lucrecia apretó mi mano. G