De regreso al pasado… El amanecer se filtraba con suavidad por los ventanales de la mansión, tiñendo de dorado los pliegues de las cortinas de seda. Caleb abrió los ojos lentamente, todavía con la calidez de la noche anterior en la piel. Se incorporó con lentitud… y fue entonces cuando lo notó que Rous aún dormía.
Frunció el ceño, confundido. No era la primera vez que sucedía últimamente, y cada vez lo sorprendía más. La Rous que él conocía ¡La de siempre! Se levantaba antes que él, recorría la mansión con paso firme, organizaba el desayuno con precisión casi ritual, escogía la ropa que él usaría para sus reuniones y hasta lo despedía con una sonrisa serena.
Pero esta “nueva Rous” no movía un dedo. Ni cocina, ni ropas listas, ni aroma a café recién hecho. Solo el silencio de una habitación demasiado grande para dos almas con secretos. —Qué extraño… nuevamente tendré que pedir el desayuno. —murmuró, observándola unos segundos con una mezcla de desconcierto y sospecha.
Se levantó de la