Rous del futuro permaneció unos minutos en silencio, sentada en el suelo, rodeada de cristales rotos y respirando con dificultad. Sus ojos, aún vidriosos de rabia y confusión, se clavaron en el espejo hecho añicos. Cada fragmento luego de haber desaparecido por completo el rostro de Caleb del futuro devolvía un rostro distinto de ella misma: furiosa, perdida, calculadora, dolida.
Con un grito ahogado, se incorporó con determinación. —¡Limpien este desastre… ahora mismo! —ordenó con voz firme y seca, dejando atónito al personal que se aglomeró en la puerta.
Mientras las empleadas recogían los restos del espejo y reorganizaban el salón, Rous caminó con paso acelerado hacia el despacho de Caleb. Sabía que en algún lugar de esa habitación estaban las respuestas que tanto necesitaba. Detrás del escritorio, entre paneles ocultos y muebles perfectamente alineados, encontró las ¡cajas fuertes! empotradas en la pared, idénticas a las que en su futuro Caleb había mencionado en sus noches de des