Rous enardecida por la acción de Caleb, se levanto inmediatamente y tras una cachetada que lo dejó con la mirada perdida y con un final que no esperaba para el momento de excitación y placer que había pasado hace apenas unos segundos.
—¿Cuál es tu problema, Rous? —le gritó mientras la observaba alejarse y dirigirse a la parte alta de la mansión. —Espera un momento… Hablemos —gritó mientras comenzaba a seguirla con la piel desnuda sin pudor alguno.
El ama de llaves salió a su encuentro y Caleb la observó con tiranía. —Usted… ¿Qué hace aquí? —cuestionándola por su repentina aparición—. ¡Espero no se haya atrevido a observarnos con mi esposa! —pronuncio alterado y aun mostrando una ligera erección.
El ama de llaves bajó la mirada sin desviarla del cuerpo de Caleb y respondió. —¿Cómo cree que seria capaz de algo así, señor? —su voz era casi inaudible.
—Entonces… ¿Por qué demonios salió de la nada a mi encuentro? —la cuestiono fuertemente tras no recibir una respuesta.
—Escuché los gritos