Aquel día, Encarnación habló con Brany sobre la posibilidad de viajar a Italia por unos días. Al enterarse, Brany se emocionó muchísimo. Era la primera vez que saldría de Rusia, y después de todo lo que había estado viviendo, la idea de visitar la bella Roma le parecía un sueño hecho realidad. Conocería nuevos lugares, nuevas culturas y escaparía, aunque fuera por un tiempo, de la rutina que la envolvía.
—¡Qué emoción, madrina! ¿Y por qué vamos a Italia? —preguntó Dulce, con los ojos brillantes de entusiasmo.
—Andrey llamó. Necesita que vayas a Italia porque el negocio se ha trasladado allí por el momento —explicó Encarnación, intentando sonar convincente.
—Ah, ya veo. Pensé que serían unas vacaciones —dijo Brany con un dejo de decepción en la voz.
—No, pequeña, no son vacaciones, pero eso no significa que no nos vayamos a divertir. No todo es trabajo, ¿sabes? —respondió Encarnación, intentando animarla.
—Tiene razón, madrina. No todo es negocio. ¿Estaremos allí el fin de sema