Malakai sintió que el alma se le iba a los pies, un escalofrió subió por su nuca, estaba en un gran problema, en uno bien grande y retuvo una maldición, porque sabía por boca de Nero y Terry que a su bella Luna no le gustaban los pleitos, bajo ningún punto de vista, y definitivamente la voz que acababa de escuchar era de su luna Natalie.
— Cariño, ¿Qué haces aquí? Debes descansar amor. — ante aquella respuesta del vaquero, ahora fueron los humanos que se petrificaron en su lugar.
— Créeme Malakai, que eso estaba haciendo hasta que me informaron de que tu estabas por montar un espectáculo aquí, aunque viendo este desastre… — Natalie recorrió el lugar, incapaz de encontrar punto alguno de comparación con el lugar donde ella había ganado el gran premio cuatro meses atrás. — Ustedes. — dijo la castaña con una mano en su cintura y apuntando con un dedo a los demás vaqueros. — ¿Cómo se prestan para algo así? ¿no les ha dicho Magnus que no deben…? — un pequeño mareo tomo a la joven despreven