Natalie se despertó con un grito desgarrador que perforó el silencio de la sala, su respiración era errática, sus pulmones buscando aire como si hubieran olvidado cómo hacerlo, los recuerdos del accidente se arremolinaron en su mente como una tormenta implacable, golpeando con fuerza cada rincón de su conciencia.
El potro que apareció de la nada, un borrón oscuro en medio de la carretera solitaria, recordaba la acción de sus ojos, que se abrieron como platos, sin poder creer que el potro estuviera frente a ella, mientras sus manos se aferraban al volante, y el pie derecho, que había estado presionando con firmeza el acelerador, se movió instintivamente hacia el freno, pero la velocidad era demasiado alta y cuando giró el volante desesperadamente, intentando esquivar al animal, el mundo pareció detenerse, fue entonces cuando comenzó el caos.
El chillido de los neumáticos desgarró el aire, un sonido que se le quedaría grabado en la memoria y el vehículo perdió el control, patinando sobr